En tres tiempos se divide la vida: En presente, pasado y futuro; de éstos el presente es brevísimo, el futuro dudoso y el pasado cierto... (Lucio Anneo Séneca)

viernes, 25 de junio de 2010

Abderramán III.

El primer Califa cordobés



"...Y en todo este tiempo, he contado los días de pura y genuina felicidad que he vivido: Montan un total de catorce... No cifréis por tanto vuestras esperanzas en las cosas de este mundo."

                                                 Abderramán III.




Nació en el Alcázar cordobés un jueves del mes de Enero, veintiún días antes de la trágica muerte de su padre Muhammad.
Desgraciadamente su padre fue asesinado a golpes por su tío al-Mutarrif por las intrigas palaciegas.
¿Los motivos? Lo que siempre ocurría cuando un Emir proponía como heredero a uno de sus hijos, las envidias y las traiciones que siempre existieron en la Corte Omeya.
Al parecer, el Emir Abd Allah y padre de ambos, había propuesto a Muhammad como heredero suyo por sus méritos, lo cual irritó a Mutarrif, que era de sangre real por parte de madre, al contrario que Muhammad, que era hijo de una esclava cristiana... 
Así que Mutarrif, que se sintió despreciado por su padre al no ser su favorito, tendió una emboscada a su medio hermano y lo acusó ante el Emir por desobediencia...
Abd Allah mandó encarcelar a Muhammad, pero no castigó a Mutarrif porque en el fondo temía que alguno de sus hijos conspirara contra él, así que decidió que era bastante escarmiento y mandó poner en libertad a Muhammad que fue asesinado en la misma celda por Mutarrif, el cual fue ejecutado por orden de su padre.
Parte de la arqueta de Leire
en el que se representa al Califa
El destino de Abderramán siendo un bebé de días era incierto con la muerte de su padre y los tiempos que corrían, así que su abuelo el Emir, probablemente acuciado por problemas de conciencia por la muerte de su hijo, cobijó bajo su protección en Palacio tanto a la madre, una esclava de origen vasco llamada Muzayna que en árabe significa Lluvia, como al bebé que todavía no tenía ni tan siquiera la cuarentena. 

El azar es a veces caprichoso y el destino lo llevó a ser lo que nadie supo presagiar, el más célebre de aquella dinastía, el octavo y último Emir y primer Califa Omeya.

Abdalá, le tomó un especial aprecio que no ocultó a los ojos de los demás, pronto aquel niño fue el nieto preferido, al que llegada su adolescencia y mediante gestos tales como el que en alguna fiesta le hiciera sentar en el trono mientras él ocupaba un estrado a su lado, o que a la vista de todos se quitase su anillo para ponerlo en el dedo del nieto, destinó a que fuera su sucesor.
¡La infancia de Abderramán no fue nada fácil! A pesar de transcurrir en el harén de su abuelo conviviendo con su madre y sus tíos menores de edad además con las esposas y concubinas de su abuelo y con un buen número de servidores y eunucos, al frente del harén estaba su tía,  a la que llamaban al-Sayyida, es decir "La Señora" que para desgracia del pobre muchacho era hermana uterina del infante Al- Mutarrif, el asesino de su padre.
Ésta, se encargó de la crianza y educación del niño; lo que no le hizo la vida nada fácil al pequeño que según cuentan los cronistas lo trató con bastante dureza llegando al maltrato...

Tal vez ese fue el detonante que forjó esa personalidad, era cortés y benevolente para los que acatasen sus órdenes, pero extremadamente duro y cruel con quien se rebelase contra él.
Desde luego nunca olvidó y perdonó a su tía por el trato que tuvo con él y cuando sucedió a su abuelo la expulsó del Alcázar y la princesa tuvo de refugiarse en la casa noble de los Banu Hudayr, visires del Emirato... Muriendo dieciocho años después de la entronización de su sobrino y sin ser reconocida como parte de la Corte.

El joven Abderramán que siempre vivió en la Corte cordobesa, situación que no gozaron los propios hijos de su abuelo, tuvo una esmerada educación y demostró poseer la constancia y astucia propia de los Omeya, junto al valor personal y acertado sentido de la realidad, poseía además una inteligencia ágil y aguda. 
De indudable inclinación al conocimiento de las materias que entonces se consideraban imprescindibles en la formación de un hombre, que como él, estaba llamado a ocupar el más alto puesto en la sociedad en la que había nacido.
El Califa era de piel clara, sus ojos azules y su cabello rubio tirando a pelirrojo que intentaba ocultar usando tintes de alheña.
De corta estatura y complexión fuerte, tenía un aspecto atractivo, señorial y majestuoso que destacaba sobre todo, cuando iba a lomos de su caballo, a pesar de que los estribos no bajaban un palmo de la silla debido a la reducida longitud de sus piernas, sin embargo cuando iba a pie resultaba bajo para la talla media de los de su raza.

Sucedió a su abuelo a la edad de veinte años heredando un Emirato más nominal que real... 
Los Omeyas atravesaban el peor momento de la historia, con rebeliones de árabes, bereberes y muladíes, que junto con la desunión de los señores locales que controlaban las ciudades reducían el control efectivo del Emir a los territorios aledaños.
La expansión del califato Fatimí de Egipto, además amenazado por cada vez más poderoso rey de León.  
No tuvo más remedio que dedicarse a sofocar todas las rebeliones y a unificar los territorios lo que tardó alrededor de tres meses a la vez que redujo a Ibn Hafsun a la necesidad de traer mercenarios de Tanger y recluirse en Barbastro donde murió ese mismo año, aunque el todavía Emir tardaría más de diez años en derrotar a los hijos de éste. 


Las guerras son continuas, unas veces por la parte norte y otras por la parte de África porque ni la sumisiones eran duraderas, ni los cristianos dejaban descansar al cordobés por los continuos intentos de invasión. 

Y los reinos cristianos, ¿A que dedicaban el tiempo libre? Pues la verdad que tiempo libre poco. 
Mientras, Ramiro de León resolvía unos "problemillas dinásticos" que junto con sus hermanos tenían.
Veréis el lío: 
A la muerte de su padre Ordoño fue Fruela II que ya era rey de Oviedo, el que se quedó con el trono, dejando sin ningún derecho a sus tres sobrinos.
¡Pero poco le duró! Fruela murió a poco más de un año de lepra quedando una lucha interna entre el hijo de éste, un tal Alfonso al que llamaron "el jorobado "que apoyaban para subir al trono los asturianos y por otro lado los tres hijos de Ordoño: Sancho Ordoñez, Alfonso el que sería llamado "El Monje" y el propio Ramiro al que más tarde sería llamado "El Grande" que eran apoyados por los gallegos y portugueses.
Ramiro actuó rápido, pactando con Sancho I Garcés  e incluso casándose con la hija de éste llamada Urraca Sánchez... Aunque para ello tuvo que repudiar a su primera esposa a pesar de tener dos hijos con ella, para unir lazos con el pamplonés.
La victoria estuvo de parte de los hijos de Ordoño que echaron al intruso del trono dividiendo el reino de su padre en tres:
León se lo quedó Alfonso, Galicia hasta llegar al río Miño para Sancho y lo que hoy en día sería el norte de Portugal para Ramiro que sumiría el reino de Galicia a la muerte de su hermano y que una vez afianzado ordenó cegar a todos los miembros de la familia de Fruela para no tener de nuevo luchas internas. Comenzando un proceso de expansión territorial que no le gustó nada al cordobés, que había oído que se había aliado además del pamplonés con el wali de Zaragoza que estaba resentido con el Califa por haber mandado matar a un hermano suyo, entre ambos le tocaron tanto las narices a Abderraman III acercándose tanto a sus fronteras que no tuvo más remedio que declarar "La guerra ". 
A la proclama del Califa todo el mundo musulmán se puso en movimiento... ¡El punto de reunión! Los campos de Salamanca.

Cuentan los cronistas que el Califa salió de Córdoba acompañado de su guardia y lo mejor de su ejercito y a orillas del Tormes se montó un gran campamento en que se concentraron todos los musulmanes disponibles para hacer la guerra.
Era primavera del 939 cuando pasan el Duero sin apenas resistencia, talaron campos, incendiaron poblaciones y haciendo, según las crónicas, los estragos de las tempestades.
Los cristianos no tuvieron más ocasión que encerrarse en Zamora, aunque no era más que una treta ya que el cordobés supo que el rey Ramiro pretendía darle el gran golpe por la espalda.
Así que deja a gente cercando la ciudad y junto con sus mejores hombres marchan río Duero arriba en busca del ejercito leonés, encontrándose ambas huestes cerca de Simancas.
En el momento de entrar en batalla un eclipse solar oscureció el día que llenó de terror a los soldados de ambos bandos.
Que tanto cristianos como musulmanes presagiaron como una señal y más de dos días se tiraron tanto un ejercito como otro sin hacer movimiento alguno esperando ¡no sabían realmente el qué! hasta que al tercer día sonaron trompetas que anunciaban el combate.
Como clave de la batalla el no querer aceptar el ejercito musulmán ordenes de otros grupos de musulmanes que se habían unido a la llamada de la "Campaña del Supremo Poder" del Califa.
¿ Que qué hacían los cristianos? Bien atrincherados en las murallas de Simancas, todos juntos: Guerreros de León, de Galicia, de Asturias junto con refuerzos recién llegados de Castilla, Aragón y Navarra... 
Todos unidos por la cruz frente a la media luna, hizo que el ejercito más valiente y fuerte de Al Áldalus se retira con bastantes pérdidas e incluso el propio Califa herido ¡Vamos que le dieron una buena paliza!  
Una vez llegado a Córdoba Abderraman mandó ejecutar a los generales que le quedaron por no haber estado a la altura en el campo de batalla. 



Abderramán III fue el primer Emir que tomó el título de Califa a imitación de los de Bagdad y los pueblos para manifestarle su afecto le dieron los títulos de Imán de Al-Nasi-Ledin-Alla, el amparador de la ley de Dios, hasta estos momentos los soberanos cordobeses habían acuñado las monedas con las mismas leyendas que utilizaban los Califas de Oriente pero Abderramán puso ya sus nombre y títulos.
Mandó construir en la ciudad cordobesa nuevos palacios, ensanchó la gran Mezquita por la creciente población y dotó a la ciudad de agua potable, construyendo muchas fuentes y baños públicos.

Una vez asentado su reino y su poder, quizá como desquite a la austeridad de la juventud junto a su tía, relajó sus costumbres.
Entregado al vino y los placeres, su crueldad y prepotencia se acrecentaron, haciéndole protagonista de sucesos deleznables...
Según el historiador Omeya, Ibn Hayyan, su carácter se volvió tan duro que utilizaba los leones que le habían regalado unos nobles africanos para castigar con más saña a los condenados a muerte, pero esa crueldad solo se quedaba en la batalla o para escarmiento... 




Según cuentan bajo su mandato, la ciudad de Córdoba alcanzó el millón de habitantes una cifra demasiado exagerada, que para mi entender serían menos, cuentan que disponía de seiscientas mezquitas, trescientas mil viviendas, ochenta mil tiendas, innumerables baños públicos, setenta bibliotecas, una universidad, una escuela de Medicina y otra de traductores.
Amplió la Mezquita -Aljama incluida la reconstrucción del alminar y ordeno edificar la ciudad más bella del mundo envuelta en una bella historia de amor, Madinat Al Zarha.

Cuentan que para alimentar a toda la gente que vivía en la Madinat Al Zahra se necesitaban trece mil libras de carne diarias, además de aves, pescados, cereales, hortalizas, frutas, que llegaban a la Madinat en hileras de animales de carga que medían varios kilómetros.
Se calcula que el número de intelectuales protegidos por el Califa estuvo entre cinco mil y ocho mil...
El harén del Califa llegó a albergar seis mil trescientas mujeres y que por alguna de ellas, sintió tal ardor que "Abandonaba la batalla para correr a sus brazos".
Así sucedió con la primera, Fátima al-Qurasiyya, hija de su tío abuelo el Emir al-Mundir. La cual, debido a su rango llevaba el título de al-Sayyida al-Kubra, "La Gran Señora". Hasta una noche en que la solicitó y Maryam le compró la visita a la Sayyida y fue ella en su lugar a las estancias del Califa...
Apareció bajo los velos, procurándole tal agrado a Abderramán, que cuando descubrió el engaño en lugar de castigarle, la convirtió en su favorita durante años.
Luego llegó Mustaq, que fue la favorita del Califa en los últimos años de su vida y le dio el último de sus hijos, al-Mughira.

Apasionado por el lujo y la pompa, fue censurado públicamente por el Cadí porque dejó de cumplir sus deberes religiosos en la Mezquita Aljama tres viernes seguidos cuando dirigía con entusiasmo las obras del "Gran Salón del Califa" en Madinat Al Zahra.
No fue la única vez que fue censurado por el Cadí:
Una vez, quiso comprar un terreno para una de sus favoritas... Paseando, le gustó la casa que habían heredado unos niños huérfanos, que como tales estaban bajo la tutoria del Cadí.
Abderramán ordenó al albacea que se la valorase a la baja.
Cuando se enteró el Cadí, contestó al Califa que la venta de los bienes de los huérfanos sólo era posible por tres motivos:
- Por necesidad
- Por ruina grave
- O para obtener un beneficio para los niños.
Como ninguna de estas tres condiciones se cumplían y conociendo como conocía al Califa, ordenó derribar la casa y obtuvo por el material de derribo más de lo que ofrecía el Omeya



La corte de Abderraman III


Tenía Abderramán muchos hijos, pero de todos solo dos eran los que brillaban, uno se llamaba Abdalá y el otro Alhaken.
Abdalá era poeta, astrólogo y filósofo e incluso había escrito una historia de los Abbasidas,; y a pesar de que el Califa sabía que estaba bien preparado para reinar,  Abderramán al que más amaba era a su hijo Alhaken que lo educó con esmero proporcionándole los mejores maestros de todo el reino.
Su padre lo había declarado "Wali alahdi" príncipe heredero, ante todos las personalidades del reino...
Abdalá que sufrió como un desprecio hacía él que su padre escogiera a su hermano para sucederle el día que muriera y aconsejado por su entorno pensó en rebelarse contra su padre para arrebatarle el poder, posiblemente mal aconsejado por su entorno, guiados tal vez por su propia ambición, le decían que todos los cordobeses estaban resentidos de la preferencia de su padre por su hermano.
Así que tomó partidarios para su causa y estando en el intento de la conjura, el Califa se enteró del movimiento que quería hacer su propio hijo.
Mandó apresarlo y enviarlo al palacio de Al Zahra donde lo tuvo encerrado en una mazmorra durante más de una semana sin comida ni comunicación alguna.
Al cabo de estos días Abdalá fue presentado frente a su padre que le preguntó:
-¿Te tienes por ofendido porque no reinas?
Abdalá solo tuvo lágrimas por repuesta...
Abderramán III lo sentenció a muerte el día de las Pascua de las victimas, el señalado para estallar la conspiración.
Cuentan que Alhaken pidió a su padre el perdón de su hermano y que Abderramán le respondió: 
Bien está de tu parte interceder por tu hermano y si yo fuera un hombre privado y pudiera escuchar solo los sentimientos de mi corazón desde luego que accedería tus súplicas... 
Pero soy Califa así pues, ni tu desconsuelo ni las lágrimas de toda nuestra casa, pueden librar a mi desgraciado hijo a la pena debida a su crimen... 
Durante la Fiesta de los Sacrificios, Abdalá fue llevado a la musallá, oratorio al aire libre, donde fue degollado delante de la multitud...
Cuentan que esa vez fue la única que vieron llorar al Califa. 

Durante sus últimos años Abderramán, había dejado en manos de su hijo Alhakem la gestión del Califato, permaneciendo recluido en su ciudad dorada de Madinat al-Zahra.
En su estancia favorita, aquella con el suelo cubierto de arena en que tuvo lugar la novelesca audiencia a la embajada franca... Allí permanecía la mayor parte del día y sólo un contado número de personas tenían libre acceso.
Entre los escasos privilegiados estaba Hasday Ibn Saprut, su médico personal, quizá el único hombre que jamás le tuvo miedo, posiblemente porque conocía su más profundo y bien guardado secreto:
El obsesivo terror que sentía a morir envenenado a causa de la mordedura de una serpiente...

En la primavera de 961, el frío de la sierra cordobesa en Madinat al-Zahra hizo enfermar al Califa... Se temió que fuera una pulmonía, pero una vez más Hasday consiguió una curación sorprendente, llegó el verano y con el buen tiempo el régimen de vida y audiencias de Abd al-Rahman volvieron a su ritmo normal.
Sin embargo, con el retorno de los frescos otoñales la salud de anciano monarca empeoró nuevamente y en esta ocasión el judío sabía que, ni su depurada ciencia podía hacer nada por él... Y un martes del mes de octubre del año 961, tras cincuenta años en el poder y a los setenta de edad, dejando en el mundo once hijos, dieciséis hijas, la ciudad más hermosa y rica del mundo, Abd al-Rahman III murió pasando con todo merecimiento a figurar en las inmortales páginas de la Historia.


El día que fue enterrado el Califa, el patio exterior del Alcázar de Zahra presentaba un aspecto deslumbrador y armonioso, los guardias vestidos con los más vistosos y magníficos trajes se hallaban simétricamente colocados en la avenida de Palacio detrás de ellos una filas de esclavos negros de África, cubiertos con trajes blancos.
El salón Rico estaba rodeado con filas de guardias eslavos que tenían en una de sus manos las cimitarras desnudas y en la otra sus escudos... Los cadíes vestidos de blanco en señal de luto, los capitanes de la guardia y finalmente todos los destinatarios se encontraban frente al trono erigido en el centro del grandioso y bello salón.
En él, se encontraba sentado su hijo, que si no resultaba tan majestuoso como su padre si de presencia regia, y rodeado de sus hermanos y primos recibió el juramento de fidelidad el nuevo Califa Al Hakem II.

Pero eso, déjame que te lo cuente otro día.



Fuentes consultadas: 
Por qué  Abd Al-Rahman III sucedió a si abuelo el Emir Abd Allah  de Maribel Fierro Instituto de Filología, CSIC. Madrid - Abderraman III engrandeció la Mezquita por Juan Domingo Sanchez Diario de Córdoba 17/04/1960- Semblanza de Abderraman III por En-nuguairi Diario de Córdoba 14/10/1961- Recuerdos y Bellezas de España de P. de Madrazo- Historia de los musulmanes en España de Reinhart Dozy - Saladino por Julio Reyes Rubio- Breve historia de Andalucia de Manuel Peña Diaz- Wikipedia- El Islam y Al Andalus- Crónicas de la provincia de Córdoba de Manuel Gonzales Llana- La otra Córdoba de Galisteo Roger- Foto recogida de internet Retrato Abderramán de Juan Cantabrana

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