En tres tiempos se divide la vida: En presente, pasado y futuro; de éstos el presente es brevísimo, el futuro dudoso y el pasado cierto... (Lucio Anneo Séneca)

jueves, 8 de octubre de 2009

Hermenegildo "El Godo" escondido en Córdoba.






Desde la conquista de Leovigildo permaneció Córdoba bajo el yugo de los godos. 
Éste, en la Corte de Toledo quería establecer unas bases sólidas de su reinado y garantizar la sucesión de sus propios hijos: Hermenegildo y Recadero.
Así que los asoció al gobierno nombrándolo una especie de virreyes bajo sus ordenes.

Leovigildo que llevaba meses viudo se caso con la viuda de su antecesor Atanalgindo llamada Gosvinda de religión arriana y tan intolerante en cuestiones de fe, que consideraba a los católicos enemigos mortales. 

Como los designios del Monarca Godo era que el reino fuera heredado por su primogénito lo casó con la merovingia llamada Ingunda una preciosa niña de doce años hija del franco Sigisberto y de Brunequilda, nieta de Atanagildo y de Gosvinda, su segunda esposa.

Cuando Ingunda llegó a la Corte toledana, ya estaba concertada la boda, siendo recibida por su futuro marido y sus futuros suegros, Leovigildo y Gosvinda quien a la vez era su abuela, y cuentan que se celebró una suntuosa boda  y todo parecía presagiar un encantador porvenir, aunque pronto se vio que la reina Gosvinda sería la ruina de aquella familia.

Quería mandar en su nieta y esposa de su hijastro Hermenegildo intentado hacer de ella cuanto quería, sobre todo convertirla a su religión arriana. 
Ingunda se rebelaba defendiendo la fe cristiana como su propia identidad según relata el clérigo e historiador Juan de Bíclaro:

"Cogió a la nieta por la cabellera, la echó a tierra y golpeó dándole tantas patadas hasta dejarla cubierta de sangre. Entonces mandó que la desnudasen y la arrojasen a la piscina bautismal arriana, pero en medio de tan brutal paliza, Ingunda se mantuvo íntegra en su fidelidad a su religión". 

Como era de esperar Hermenegildo le reclamó a su padre que su esposa no fuera maltratada por su abuela-suegra y la esposa del Rey le reclamaba a la vez, que su hijastro no debería permitir que su esposa fuera católica.
¡De seguro que tuvo que ser una guerra infernal y aquí no valía tropas para salvar esta contienda!.
Así que Leovigildo deseoso de verse libre de las cansadas luchas domésticas que existían en su propio palacio, confió el gobierno de la Bética a su primogénito Hermenegildo y así alejar a la pareja de la corte.

El príncipe Hermenegildo y su esposa se trasladaron entonces a Híspalis desde donde gobierna la Bética y allí, sintiéndose lejos de su padre y de la arpía de su madrastra, abrazó la fe de su esposa a la que adoraba, convirtiéndose al catolicismo.
Al ver Gosvinda que su hijastro abrazaba otra fe que no era la suya y el ascendente poder que estaba teniendo Hermenegildo en la Bética, instigó a su esposo a que hiciera algo porque sería muy peligroso para su reino, ya que se estaba convirtiendo en el príncipe defensor de los católicos frente al arrianismo.
Con un hábil pretesto el Rey llamó a la corte a su hijo pero éste, sabiendo como se las gastaba su madrastra y el grado de manipulación que ejercía en su propio padre, rehusó ir con excusas para no acudir a la corte de Toledo.
La desobediencia de Hermenegildo lo llevó a entender  una abierta rebelión desde la Bética y marchó contra su propio hijo con innumerables tropas.
Todas las poblaciones de la Bética que eran católicas se posicionaron de parte de Hermenegildo y la primera Corduba que no había olvidado la sangrienta represalias desde la ocupación del Rey Godo.
Por espacio de dos años resistió Hermenegildo las acometidas de su padre en Sevilla pero Leovigildo no desfallecía en su empeño de subyugar a su primogénito por lo que ingenió un estratégico plan.
Sabía que la defensa de la ciudad era el Guadalquivir así, que se instaló en la orilla derecha del río, aunque sin lanzar ningún ataque, pero reteniendo a todo aquellos que podían llegar en ayuda de Sevilla.
Perdida toda esperanza de tener refuerzos Sevilla se rinde al Rey Godo.
Antes de la entrada triunfal de Leovigildo con sus tropas a la ciudad, Hermenegildo envió a su esposa e hijo Athanagildo a África, mientras que él huyó en dirección a Corduba refugiándose en la Basílica de San Acisclo, ya que sabía que su padre no tendría más remedio que respetar el lugar sagrado, sobre todo por temor a que el alzamiento encabezado por su hijo moviese al pueblo en una rebelión general.

Poco le importó al Rey Godo sitiar la ciudad durante largo tiempo y enviar a su otro hijo, Recadero, en su nombre para ofrecerle a Hermenegildo conservar su vida y no buscar a su joven familia a cambio de entregarse sin oponer resistencia y así no tener más derramamiento de sangre... 
A lo cual Hermenegildo después de pensarlo accedió.
Su padre quiso humillarlo a tal punto, que mandó que le cambiaran sus ricas ropas por andrajos y así lo paseó por toda la ciudad, luego lo envió a Valencia preso.
El 13 de Abril del año 586 el soldado Sisberto, por orden de Leovigildo entra en la cárcel y de un hachazo cortó la cabeza de San Hermenegildo.


Leovigildo mandó acuñar trientes de oro con la propagandística leyenda:

 "Cordubam bis optinuit"

"Por dos veces obtuve a Corduba"





Fuentes consultadas: 
Ultimos tiempos del reino visigodo por Luis A. Garcia Moreno. Boletín de la Real Academia  de la  Historia 1992- La crónica de Juan Biclarense, versión castellana y notas para estudio de Pablo Alvarez Rubiano- Palestra sagrada, o memorial de Santos de Córdoba con notas y reflexiones escrito por Bartolome Sanchez de Feria- Wikipedia- Historia general de España de F. Ruano-Memorias de las Reynas Catholicas de España: historia genealógica ..., Volumen 1  -Foto recogida de Internet

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